martes, 30 de marzo de 2010

Reflexiones sobre el Golem y la Cábala, relativas a la revista e-mailnáutica 3


 

Si (como afirma el griego en el Cratilo)
el nombre es arquetipo de la cosa
en las letras de 'rosa' está la rosa
y todo el nilo en la palabra "nilo".

Primer estrofa del poema "el Gólem" de Jorge Luis Borges.

Inicio este comentario del Blog, alusivo al número 3 de la revista Gólem, con una frase del pedagogo ruso Lev Vigotsky:

“Uno es dueño de aquello que puede nombrar”.

En esta afirmación se adivina una idea antigua e inquietante, el nominalismo. Esta se podría resumir en la noción de que el “nombre” contiene la esencia del objeto; nombrar es, de alguna manera, poseer.

Claro que Vigotsky se refería a una posesión que no es mágica sino conceptual. En cambio, para los hombres de antaño, la posesión era sobrenatural.

En esas eras remotas, el nominalismo constituía una visión religiosa, al grado de poner doble apelativo a las cosas importantes. Por ejemplo, se dice que las ciudades tenían dos nombres. El primero era público, diseñado para que todo el mundo lo supiera. Pero había una denominación privada, que solo ciertos iniciados conocían. Esta era el sustantivo verdadero. De revelarse a los enemigos el apelativo real de la ciudad, está estaría condenada a caer en sus manos, pues en el nombre estaba el alma de la polis.

El secreto más grave estaba cifrado en las consonantes y vocales de una palabra.

Al final, el asunto es una visión gramatical de la realidad: todo nombre es un sustantivo. La palabra “sustantivo”, a su vez, está relacionada la palabra “sustancia”. Entonces, todo nombre contiene la sustancia de aquello que se está nombrando.

Entre tantos conceptos nombrables, está desde luego el de “Dios”. Claro que en esta palabra está contenido de alguna manera este ser. Pero ¿Acaso “El Señor” tiene un apelativo propio, uno que no sea genérico, sino personal? ¿Cuál es el nombre de Dios?

En el antiguo testamento hay un pasaje interesante en el que Jacobo tiene una pelea con un ser misterioso (en algunas versiones es llamado “un ángel”). La lucha se desarrolla toda la noche, hasta que rayando el alba, el contrincante disloca la pierna de Jacob, pidiéndole que lo libere. El patriarca, sin embargo, se niega a hacerlo, hasta que su adversario lo bendiga. El “ángel” accede y para dar su bendición pregunta al rival por su nombre, a lo que este respnde: -Jacob-. Tras la bendición el rival misterioso cambia el apelativo de "Jacob" por el de “Israel” (ישראל, "el que ha luchado con ÉL"). Luego, en reciprocidad Jacobo pide su nombre al contrario y este se niega a contestar.

Después, el patriarca llamó al lugar en el que aconteció la escena anterior, Penei-Él (פני-אל, "la cara de Dios"), diciendo: -"He visto a Dios cara a cara, y he sobrevivido”-.

En este enigmático pasaje de la Biblia, una y otra vez se juega con el asunto de los nombres. Se adivina el nivel del contrincante, quién puede pedir el nombre de Jacobo, y puede asignar un nuevo apelativo, pero que no puede aportar, en reciprocidad, el suyo propio.

En el orden en el que se da la narración, el ser misterioso termina como poseedor de la sustancia contenida en el sustantivo “Jacob”, pero Jacobo no posee del “ángel” nada más que la anécdota de haberlo visto cara a cara. De haber sido al contrario, de haber revelado su nombre, Jacob, hubiera poseído la sustancia del ángel y eso los hubiera puesto, de alguna manera al mismo nivel.

Más ¿Cuál pudo haber sido el nombre del contrincante de Jacobo? Por la decisión de llamar "la cara de Dios" al lugar del encuentro, podemos, con cierto derecho, sospechar la identidad de este personaje.

Entonces, Dios no es el nombre de Dios. Este sustantivo solo contiene, parcialmente, lo que nos es dado saber del Creador, pero no lo que en realidad es “sustancia”. Para eso hay otro nombre, uno que nos es vedado. Se trata de una palabra que por contener cabalmente a Dios, tiene todo su poder, toda su gloria, todo su saber, todo su ser.

En la tradición judáica hay una ciencia mística conocida como “Kabalah”. A través de ella se busca conocer la “verdad” oculta en las sagradas escrituras, reveladas directamente por Dios. De esto se desprende que aparte del sentido literal de lo escrito, hay un significado oculto, uno que persigue ser conocido a través de la búsqueda y la interpretación. Entre otras, este sistema de pensar cree que el nombre de Dios está escrito en una combinación de todas las letras. Este sustantivo oculto (la verdad), pero potencialmente encontrable, sería obviamente contenedor de la esencia divina. Quién lo poseyera también podría hacer uso de su poder.

De ahí viene la historia del Gólem. En ella se relatan los intentos de un cabalista mayor, el Rabino Lev de Praga, que tras una vida de intentos, finalmente llega a una combinación de fonemas cercana al nombre de Dios. Esta palabra o frase (no se sabe) desde luego no llegó a ser perfecta; por capaz que el Rabí fuera, en su humanidad, no podría haber alcanzado el nivel de lo absoluto.

Con este conocimiento, el viejo Rabino se lanza a hacer un experimento arriesgado. Forma con sus manos un monigote de Barro, justo como Dios hizo al modelar el cuerpo de Adán (que seguramente era un Gólem hasta ser insuflado con un alma). Luego pronunciando su hallazgo, da vida al remedo de hombre.

Obviamente el ser creado por el Rabino resultó imperfecto. En su famoso poema Jorge Luis Borges así lo describe en una estrofa:

Sus ojos, menos de hombre que de perro
y harto menos de perro que de cosa,
seguían al rabí por la dudosa
penumbra de las piezas del encierro.

Hay, como suele suceder con las leyendas, múltiples versiones del mito del Golem. Todas ellas tienen en común el final trágico, en el que el Rabino despierta a la idea de que el Golem es una monstruosidad (él usurpó el papel divino) y termina destruyéndolo.

El comic publicado en esta entrega de la Revista e-mailnáutica, se basa en la información relatada en el capítulo 5 del libro “La Cábala y su simbolismo” de Gershom Scholem. Ahí se cita textualmente un fragmento de otro escrito, esta vez por Jacob Grimm de 1808. El fragmento relata, no la historia del Rabí Lev, sino la del mito desde la óptica de los judíos polacos, quienes construyen Golems para usarlos como criados, para después destruirlos (pues los Golems crecen descontroladamente y se hacen peligrosos). La forma de matar a un Golem ya quedó relatada en nuestro cuento.

De cualquier manera el mito del Gólem se convierte fácilmente en una metáfora de las relaciones del hombre con Dios. Estas relaciones además se dan en el único sentido en el que verdaderamente estamos hechos a “imagen y semejanza” de Él: la capacidad creadora. Supuestamente somos creaciones, pero somos creaciones que crean.

Se enuncia en este mito un intenso universo de niveles. ¿Acaso no somos los dioses de nuestras cosas? ¿Acaso no somos los Golems de Dios? ¿Acaso nuestras cosas no son nuestros Golems?

La computadora en la que esto escribo, mi ropa, mi coche, mi casa, la silla, la licuadora, el refrigerador, este escrito, la ciudad, el avión, la contaminación… ¿No son nuestros Golems saliéndose de control? ¿Nosotros no somos también creaciones alocadas que nos fuimos de las manos de nuestro inventor?

El Gólem número 3 ahora ya se fue de nuestras manos, del mínimo universo en que fue modelado y ahora está en las de ustedes ¿A dónde terminará? Esperamos que muy, muy lejos.

Golem de la Película expresionista alemana  homónima dirigida por Henrik Galeen.


Algunas fuentes fácilmente consultables y que tal vez les resulten interesantes y entretenidas:

La Cábala y su simbolismo. Autor: Gershom Scholem. Editorial siglo XXI. Editores.


El Gólem. Novela de Gustav Meyrink (1915) . Editorial Tusquets. (Este es un libro que aprovecha el personaje del mito y el ambiente de la judería, pero no es esencialmente una visión judía del Gólem).


Película expresionista alemana "Der Golem" (1920) dirigida por Henrik Galeen.


Poema de Jorge Luis Borges "El Gólem" (yo lo tengo dentro de la "Nueva antología personal" de Jorge Luis Borges. No recuerdo la editorial)









2 comentarios:

  1. Estimadxs:

    Aún no he recibido el tercer número de la revista

    Salud

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  2. Hola! Ya he recibido el tercer número de la Revista. Perdón por la impaciencia.
    Y, si regularmente visito este sitio.

    Salud
    LibrosRodantes

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