miércoles, 30 de diciembre de 2009

Comentarios de Lev Corvus sobre su cuento "La casa del gato"


No hay forma de creer en el libre albedrío y de creer en la omnisapiencia y la omnipotencia de Dios al mismo tiempo. Si la divinidad lo sabe todo, si sabe el presente y el futuro entonces... ¿Dónde está nuestra capacidad de decidir por nosotros mismos? Si Dios sabe de antemano lo que hacemos, entonces en el fondo seguimos un guión y nuestras decisiones, por arriesgadas y locas que sean, solo son parte de una trama preescrita.
La libertad, la verdadera libertad, implicaría teológicamente un factor: la capacidad de Dios de ser sorprendido. El papel del “creador”, sería entonces el de un inventor de seres, que una vez echados al mundo, tendrían alternativamente la capacidad de seguir el hilo de la trama divina o de romperlo a voluntad. El que una de sus creaciones pudiera romper el guión de Dios, sería como si éste permitiera una especie de desprendimiento de sus cualidades esenciales, hacia sus creaciones. Un ser libre es, a su manera todo-poderoso. También, al ejercer la libertad de salirse de la trama del destino escrito, tiene que ser creativo, creador, escritor de sus propias causas y efectos.
Si nosotros somos libres, entonces Dios tiene que tener la capacidad de sorprenderse de nuestros actos.
El cuento “La casa del Gato” busca contar esa posible variación de la personalidad divina. En ella el universo deliberadamente ha sido diseñado caóticamente para llenar de sobresaltos a Dios. Esta idea contiene una contradicción que para mí es atractiva: un caos planeado es un caos de juguete, una especie de juego en el que se planea el azar. ¿Es un verdadero caos uno que se diseña? Dios en este papel tendría que usarse a sí mismo como un personaje más de su propio universo creado, tendría que olvidar su carácter absoluto y deliberadamente escoger ser ciego al futuro de sus creaciones. Yo no lo culparía por abandonar su capacidad de prever el devenir del mundo; para remediar un potencial aburrimiento eterno, de ser todo poderoso elegiría también la ceguera para el devenir de mis juguetes,
Para lograr este efecto pensé que esta vez Dios debería vestirse con una cualidad intensamente placentera y humana: la capacidad de asombrarse. El papel divino en este juego sería justamente el asombro.
Cuando escribí el cuento, no tenía ningún tipo de templo en mente. La reflexión subyacente en este escrito, sería válida ambientada en una sinagoga, una mezquita, en una iglesia protestante o católica. Escogimos Eric LIst y yo, después de muchas horas de discutir, esta última posibilidad por varias razones. La principal es que siendo este cuento una creación mexicana, ambos nos dimos cuenta de pronto de que, a pesar de no ser católicos ninguno de los dos, nuestra cultura visual mexicana parte del catolicismo barroco. Si lo barroco es de entrada exagerado, el ojo mexicano lo llevó a niveles insospechados. En el fondo, además del arte en las iglesias, Frida Kahlo, las cartas de la lotería, las mascaras de los luchadores, los adornos en los tableros de camiones de pasajeros y taxis, los murales, etc. son católicos.
México es el pathos del pathos del pathos. El primero es por el catolicismo italiano, el segundo por el español… El tercero es la mezcla acida y mágica del eclecticismo entre el barroco y la visión indígena mexicana.
Nos fue imposible al final alejarnos de esa influencia. Esperamos que eso no le quite universalidad al texto.
En un momento Eric sugirió usar como ambiente una especie de templo pagano, tal vez celta o griego, o griego arcaico. Sonaba como una buena idea, pero la descarté al final. A mí juicio, la visión del “libre albedrío” no existía entonces. Curiosamente tanto dioses como hombres estaban al garete de un poder mayor: la Moira para los griegos, el destino al final. Los dioses en las mitologías arcaicas son víctimas del asombro, más que cazadores del mismo. El cuento necesitaba una imagen monoteísta de Dios. Una para la que el asombro fuera extraordinario, una en la que el “Creador” deliberadamente dejara su casa a los accidentes salvajes e indeterminados del mundo fenomenológico.

Lev Corvus Diciembre 2009


sábado, 19 de diciembre de 2009

Comentarios sobre el Nùmero 1 de la Revista e-mailnáutica Golem.

Màscara de Germàn List Arzubide por Germàn Cueto.
Hace como veinticinco años, (chin, que rápido pasa el tiempo) un grupo de amigos creamos una revista que tristemente tuvo apenas unos números de duración, se llamó la revista Golem. A pesar de su corta vida la publicación tuvo cierta importancia. En primer lugar abrió camino en el diseño. La idea central que guiaba la imagen de la revista era que se trataba de un foro de diseño gráfico autoral. Esto se traducía en un concepto arriesgado: cada número de Golem sería diseñado íntegramente e integralmente por algún artista visual o diseñador. La portada, el diseño de la cabeza, la tipografía a veces, la numeración y en casos hasta la publicidad, estaban en manos de una persona diferente cada vez. Esto creó una imagen extremadamente dinámica y vanguardista, que de alguna manera u otra, durante esa breve pero sustanciosa temporada, hizo impacto.
La revista también fue pionera en la temática pues presentaba una respetable ensalada de propuestas culturales alternativas, que iban desde el comic de autor, pasando por el performance, la música alternativa, el arte conceptual, la cultura y la critica a los medios, etc.
Hace unos días me encontré, después de décadas de no verlos, con un par de amigos de ese experimento, Pepe Rojo y Bernardo Fernandez “BEF”. Este último me decía que el Golem fue la primer revista digitalmente hecha de México. No sé si tenga razón (el debe saber de eso pues es uno de los ilustradores y diseñadores clave de nuestro país), pero sin duda si fuimos de las primeras. Recuerdo que entre otros éxitos curiosos que nos llegaron entonces, Televisa, al mando de Alejandro Gonzales Iñarritu (si, el del cine), nos contrató para hacerle su nueva imagen editorial. Cuando llegamos a las instalaciones de este enorme monstruo mediático, nos encontramos con unas recién compradas computadoras y un departamento de diseño gráfico conformado por viejitos que no tenían idea de cómo usar la nueva tecnología. Ellos, trabajaban recortando, pegando a la cera, haciendo Paste Up, etc. Al entrar y apoderarnos de esas flamantes Macs, (las mejores, pero que medían su memoria en Megas) los viejos diseñadores nos miraban con rostros de recelo y temor. Todo esto parece de tiempos antediluvianos; en tiempos tecnológicos lo fueron. 25 años ya.
En fin, la revista tronó tristemente y el equipo se separó… C’est la vie. Cada quién jalò a su vida y con gusto he sabido que la mayoría de los que constituyeron esa “barra” son hoy diseñadores o ilustradores importantes.
Entonces, llena de sueños editoriales mi cabeza, pensé en hacer una “subrevista”. Esta sería en esencia una revista de literatura adulta, pero diseñada con los criterios de los libros para niños. Cada número estaría a cargo de un equipo de dos creadores, un escritor y un artista visual. El concepto era crear un cuento con dos líneas narrativas independientes, pero complementarias: una visual y una literaria. No se trataba, como solía pasar en los libros ilustrados tradicionales, de que se emularan las palabras con imágenes, sino de que hubiera un texto visual que añadiera “sabores”, colores, atmósferas, etc. al texto escrito.
Para empezar con el pié derecho le pedimos a Germán List Arzubide un cuento. Él gentilmente no dudó en proporcionarnos “DENUNCIA”, que juntos rebautizamos con el título de “EL SECRETARIO, del Secratario, del secretario”. Yo mismo hice los dibujos ante sus ojos, en reuniones semanales que teníamos, en las que comíamos y discutíamos lo que le parecía y lo que no. Recuerdo con ternura sus protestas cuando me decía: “Es que me haces ver como chango”, refiriéndose a los dibujos del personaje , que basè enteramente en él mismo. Yo le manifesté que estaba usando como inspiración los retratos estridentistas que le habían hecho Ramón Alba de la Canal, Jean Charlot y sobre todo Germán Cueto. De este último había en su casa una máscara de terracota con la caricatura de List Arzubide, que no distaba mucho de los dibujos que yo le presentaba. Riendo Germán acepto mis argumentos y hasta me hizo leer una descripción que Arqueles Vela había hecho de su risa y que se ajustaba tanto a los retratos de Cueto, como a mis propios intentos.

"LA RISA DE GERMAN LIST Por Arqueles Vela.
Germán Cueto, el escultor de lo nuevo, está descolgando la figura de los estridentistas, la actitud más peculiar, el gesto más original, la mirada más horadadora, para estereotipar, el próximo carnaval, una serie de máscaras que renuevan el catálogo de pierrots, colombinas, mefistófeles y polichinelas que todos llevamos detrás de la irreal máscara de la vida.
El primero que se ha estatizado con su actitud desgarbada de sábado de gloria, con su enorme risa de la edad de piedra, trituradora de todas las lágrimas, ha sido Germán List Arzubide.
Cueto ha logrado escalpelar, con una artera superchería de clínica, la risa de Germán List Arzubide. El único detalle inusitado que no sorprende en su personalidad, porque la está bañando continuamente, al menor contacto de esa cadena de W.C. que desborda su risa. La risa de List Arzubide, es una risa aumática, una risa de recipiente…
En su ruido hay siempre un rezago de muchos días… Cae con esa música del agua estancada. Represa, acaso, por ese borde que el dolor le va haciendo a todas las risas…
Sus pensamientos, sus sentimientos, sus palabras, sus miradas, se pierden en el maelstrom de su risa, que desquicia e intersecciona su fisonomía.
Cuando se charla con List Arzubide, hay el peligro de que algo de nuestra tristeza o de nuestra alegría, naufrague en el abismo de su carcajada.
En el descenso del maelstrom de su risa, va arremolinándose el grito de una mujer, y esa albura del ala de un barco sentimental que fleta y se hunde al viento de su risa…"


En fin, la Sub revista Golem no se cristalizó entonces. Pero un día, limpiando mi e-mail de todo ese correo chatarra que recibe uno cada semana, principalmente constituido por “cadenas” de rezos, ofertas de buena suerte y amenazas de mala, todas ellas realizadas en POWER POINT, me di cuenta de que en realidad estaba ante un medio expresivo de un poder y un éxito tremendos. Todo esto al margen de su pobrísima calidad general. Pensé que era un desperdicio no usar este medio de comunicación vía correos electrónicos, que le daba la vuelta al mundo, en asuntos culturalmente más ambiciosos. Me saltó a la mente el fantasma de List Arzubide y corrí al baúl donde guardo mis originales y saqué el viejo intento. Hubo que adaptarlo a POWER POINT, pero se prestó bien a hacerlo. Finalmente este encuentro de fantasmas de tinta y de papel, permitió relanzar la revista Golem, esta vez en su versión e-mailnáutica. Tal vez estos caminos de la red sean los nuevos caminos de la literatura, de la edición, de la publicación. De una cosa estoy seguro, Germàn List y su risa, hubieran estado felices de ser publicados electrónica y virtualmente.